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Contaminación en México

Calidad del agua


La Organización de las Naciones Unidas en 2010 reconoció que el derecho al agua potable y el saneamiento es un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos[1].

El derecho a tener agua potable y saludable significa tener el agua necesaria, tanto para el uso personal como doméstico libre de microorganismos, sustancias químicas y peligros radiológicos que constituyan una amenaza para la salud humana. El agua ha de presentar un color, olor y sabor aceptables para ambos usos, personal y doméstico.

En México, el derecho humano al agua se reconoció en febrero de 2012 y está plasmado en el artículo cuarto de nuestra Constitución; establece que toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible.


¿A qué llamamos contaminación?

El término contaminación se refiere a la introducción de cualquier agente —químico, físico o biológico— cuya presencia o acumulación tiene efectos nocivos en el entorno natural,  la salud y el bienestar de las personas.

Se trata de sustancias ajenas al entorno al que se incorporan, que pueden afectar la calidad del aire, el agua y/o el suelo. La magnitud de su impacto generalmente depende de una combinación de aspectos como la cantidad, el tipo de contaminante, la vía de ingreso  y el tipo de medio al que se incorporan.

Se dice que el agua está contaminada cuando los agentes contaminantes repercuten negativamente en su calidad para el consumo humano, para usos posteriores o para el bienestar de los ecosistemas. Es la contaminación que ocurre en cualquier espacio que alberga agua: ríos, lagos, acuíferos o incluso el mar.

La contaminación debida a procesos naturales como arrastre de hojarasca,  partículas, o por el ingreso de gases atmosféricos transportados por  la lluvia, es mínima en comparación con la contaminación que se genera por las actividades humanas.


¿Qué provoca la contaminación del agua?

Hay varios factores que provocan la contaminación del agua:

  • El vertido de desechos industriales sin tratamiento.

  • El vertido de desechos municipales (aguas residuales) sin tratar.

  • El aumento en la temperatura del agua que ocasiona la disminución de oxígeno en su composición.

  • La deforestación y erosión del suelo.

  • El uso de pesticidas y fertilizantes.

  • Arrogar desechos sólidos a los cuerpos de agua.

Susceptibilidad a contaminarse


Al ser una molécula polar, el agua tiene gran capacidad de establecer enlaces de hidrógeno con otras moléculas. Debido a esto puede diluir un gran número de sustancias por lo que es considerada el  “disolvente universal”. Esta característica hace que los contaminantes, principalmente los químicos que llegan a este recurso, por vertidos o arrastre,  alteren en forma significativa su calidad.

En las cuencas el ciclo del agua, las corrientes  y los ciclos biogeoquímicos, participan en un proceso natural  de depuración  de los contaminantes en los cuerpos de agua —Ciclo de depuración de los cuerpos de agua—, sin embargo cuando su concentración o cantidad exceden ciertos niveles, la capacidad natural de autodepuración, no es suficiente para revertir las afectaciones.


Aguas residuales y contaminación

Cada año se vierten a los cuerpos de agua millones de metros cúbicos de aguas residuales, descargas municipales, industriales y agrícolas tratadas de forma inadecuada o sin tratamiento alguno. La contaminación del agua tiene un severo impacto en los ecosistemas y en la salud. Es preciso reducir los volúmenes y mejorar los procesos de tratamiento, no sólo para procurar el bienestar social y la protección ambiental, sino también por razones económicas y de seguridad nacional.

En México, las descargas de aguas residuales se clasifican en municipales (abastecimiento público urbano y rural) y no municipales (otros usos como industria autoabastecida). Según cifras oficiales, se trata el 52.7% de las aguas municipales que se generan, y el 32% de las aguas no municipales.

Aunque hay avances es aún insuficiente y existe un volumen indeterminado de aguas contaminadas que no son colectadas, que se pierden en las redes de desagüe o que se descargan de forma ilegal directamente al medio. Se calcula que en 2015 el costo económico de la contaminación causada por aguas residuales no tratadas fue de 57 403 millones de pesos, equivalentes al 0.3% del producto interno bruto.

La reducción de la contaminación del agua requiere una fuerte inversión en infraestructura para el tratamiento de las aguas residuales y representaría un ahorro en cuanto a la atención médica que debe darse al tratamiento de enfermedades diarreicas provocadas por agua y productos agrícolas contaminados.  En 2015 murieron en México 3 754 personas debido a enfermedades infecciosas intestinales.


Invertir en la infraestructura necesaria para incrementar la capacidad de tratamiento de aguas residuales representa una ganancia a largo plazo al disminuir los costos de contaminación, sobreexplotación y transportación del agua. Estos costos irán aumentando progresivamente con el crecimiento de la población –particularmente en áreas urbanas–, al intensificarse la presión sobre los recursos hídricos.

Por ejemplo, la Zona Metropolitana del Valle de México presenta un alto grado de presión y en 2015 requirió una inversión de infraestructura para agua potable, alcantarillado y saneamiento de 9 173 millones de pesos, monto que representó el 26% de la inversión hídrica total del país. El uso de aguas residuales tratadas podría contribuir a cerrar la brecha entre la oferta y la demanda de agua.

Según las proyecciones, en 2030 habrá 9.2 mil millones de metros cúbicos de aguas residuales que, de ser tratadas y reusadas, reducirían en un 40% la demanda.

Hay dos tipos de sistemas de tratamiento de aguas residuales sustentadas en procesos biológicos: aerobios y anaerobios. Los primeros proporcionan un medio de alto contenido de oxígeno para que las bacterias puedan degradar la materia orgánica de los desechos, son altamente demandantes de energía, generan muchos lodos y pocos gases resultantes. Los segundos utilizan bacterias que al descomponer la materia orgánica en ausencia de oxígeno, producen menos lodos y liberan más gases (metano y dióxido de carbono, amoniaco y ácido sulfúrico) que, en el marco de una aprovechamiento integral, pueden usarse como combustible.

Mediante el tratamiento de aguas residuales se genera un ahorro considerable al liberar el agua de primer uso para actividades como limpieza y riego, se disminuye la presión hídrica y la sobreexplotación de los acuíferos y se previene la contaminación de los cuerpos de agua y las enfermedades diarreicas, lo cual tiene un efecto positivo en el ambiente y en el bienestar de las comunidades.


¿Pero, cómo sabemos si nuestra agua es saludable y aceptable?


La Organización Mundial de la Salud estableció una serie de indicadores y parámetros mínimos que permiten evaluar la calidad del agua y si ésta puede ser utilizada para consumo humano[2].

En México, la dependencia oficial encargada de monitorear la calidad del agua superficial (ríos, arroyos, lagos, lagunas, presas, y zonas costeras) y subterránea (pozos) es la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), y lo hace a través de la Red Nacional de Monitoreo. Para el 2015 CONAGUA disponía de 4 999 sitios de monitoreo de calidad del agua.

También existen otras organizaciones, interesadas en el monitoreo de la calidad del agua, como las que pertenecen al proyecto Cuencas y Ciudades  y otras. Si eres una de ellas y quieres campartir tus resultados ¡Este es el lugar!  

Aquí mismo conoce quién está monitoreando el agua en tu cuenca y qué calidad tiene.


 

Para más información visita el siguiente enlace https://agua.org.mx/contaminacion-del-agua/

Referencias:

[2] Guías para la calidad del agua potable, disponible en: http://www.who.int/water_sanitation_health/publications/gdwq3/es/

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